martes, 18 de octubre de 2011

El libro

Este es un pequeño cuento, inspirado en uno de mis tantos autores favoritos Horacio Quiroga, cualquier parecido con EL ALMOHADÓN DE PLUMAS, es plagio total, mea culpa.

Aquí lo dejo:


EL LIBRO


            Escribo estas líneas en un intento desesperado por salvar mi vida espero que, de alguna extraña manera, se transfieran al papel del libro que lee mi posible salvador. A ti me dirijo, a ti que tienes la facultad de sacarme de aquí.
            No soy parte de esta historia, no soy ningún personaje creado en la mente del escritor. Yo solo estaba leyendo el mismo cuento que tú…
            Recuerdo que leía y me quedé dormida. Fue por la almohada nueva: una almohada suave, esponjosa, prometedora de descanso, invitadora al sueño.
            Desperté en una cama que no era la mía, dentro de un cuerpo extraño y en los brazos de un desconocido que me miraba con honda preocupación.
            Intenté levantarme y pedir una explicación de lo sucedido pero me sentí muy agotada, un quejido lastimero salió de mi boca y el desconocido se levantó, solícito me trajo agua y medicina. Entonces lo reconocí: era un poco más alto y no tan guapo como lo imaginé, pero su impasible semblante era inconfundible. Me descubrí dentro de la historia que, hacía unas horas, leía en la tranquilidad de mi hogar…

            Fabio cerró el libro desconcertado y decepcionado. Lo aventó a la cama y bajó a jugar.
-¿Ya hiciste tu tarea? –preguntó su mamá.
-No, no la puedo terminar, el libro que trajiste no funciona, vas a tener que comprarme uno nuevo.
-¿Cómo que no funciona? ¿Le faltan hojas?
-Al contrario, le sobran. Se mezcla con otra historia. Ya no compres en la librería de usados mamá. ¿Puedo ir a jugar al parque? Es viernes, mañana termino la tarea.
-No llegues tarde.

            Marisela cerró la puerta y se dirigió a la recámara de su hijo. Tomó el libro que estaba sobre la cama, se recostó en ella y leyó:

… no sé desde cuando estoy atrapada, el tiempo es diferente aquí adentro, la historia se repite, agonizo y muero a cada instante. Quiero salir de aquí, quiero recuperar mi vida, si sabes cómo hacerlo, ayúdame.

Marisela sintió que sus ojos se cerraban, tenía que levantarse, ir a la librería de usados y cambiar el libro, su hijo tenía razón, había un error de impresión, solo dormiría un momento.

Escuchó que alguien abría la puerta, pensó en su hijo y en el libro que no había cambiado, intentó levantarse pero fue en vano. Se sentía débil, agotada. Las voces lejanas susurraban algo sobre su enfermedad y le ordenaban descansar. Trató de responder pero no pudo emitir ningún sonido,  bien, cerraría los ojos un momento.

            Fabio llegó a su casa, entró a la cocina buscando algo para cenar y, en lugar de ver a su madre, se encontró con una joven delgada y demacrada que observaba cómo el  fuego consumía  el libro que la había mantenido presa durante sesenta años.  

FIN

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